En las últimas décadas han aparecido numerosas enfermedades que se categorizan como las nuevas pandemias del siglo XXI, como la obesidad, diabetes… Así que veamos como ha evolucionado la alimentación desde principios del siglo pasado y si ha tenido algo que ver en este incremento tan destacado de nuevas enfermedades.
Alimentación en los años 40-60
-Altamente dependiente según el nivel social establecido ya que se podía tener mayor o menor acceso a alimentos considerados más exclusivos o prestigiosos (carne, pescado, huevos, fruta…) y también de la situación geográfica, ya que en las zonas interiores predominaban las carnes antes que los pescados, al contrario que en las zonas más cercanas a la costa.
-Las comidas no seguían un patrón estacional, es decir, se incorporaban comidas frías o calientes sin importar la estación del año en la que se estuviera.
-La cena era la comida más importante ya que era el momento del día en el cual los varones en edad laboral regresaban a casa.
-Alta en hidratos de carbono.
-Media/baja en proteínas.
-Alta/media en grasas.
-En la zona mediterránea se sigue un modelo específico de dieta. La Dieta Mediterránea, basada en tres pilares fundamentales: trigo, olivo y vid; centrándose además en el consumo de frutas, verduras, legumbres, huevo, pescado y vino, con un consumo moderado de carne y leche.
Alimentación en los años 60-80
-Seguía dependiendo, aunque cada vez menos, del nivel social para acceder a algunos tipos de alimento y se veía influida igualmente por la zona geográfica.
-En general, se mantiene la repartición de los principales macronutrientes y el seguimiento de la Dieta Mediterránea.
Alimentación en los años 80 hasta la actualidad
-Se pierde esa diferenciación social, aunque se presenta un nuevo problema: las clases sociales más empoderadas gastan menos dinero en alimentación que las clases más humildes.
-Se rompe con lo establecido, se sigue un patrón estacional con la alimentación ya que se incorporan comidas más frías (ensaladas, frutas…) en verano y comidas más calientes (guisos, potajes…) en invierno.
-Disminuye la ingesta de hidratos de carbono (sobre todo complejos): fuentes como legumbres, cereales, pan… se ven sustituidos por alimentos producidos industrialmente como la bollería, aumentando la cantidad de azúcar y grasas hidrogenadas a la dieta.
-Aumenta la ingesta de grasas y proteínas debido a la incorporación de alimentos de origen animal como carne, pescado, huevos, derivados lácteos… los cuales tenían una menor accesibilidad en años anteriores.
-Varía el número de comidas, se deja de desayunar o se desayunan alimentos líquidos debido al nuevo ritmo de vida tanto laboral como social y la cena deja de ser la comida más importante del día.
Es así como la ingesta calórica total se va reduciendo a lo largo de los años ocasionado por la sustitución de alimentos menos calóricos y saciantes como verduras, hidratos complejos, cereales, hortalizas… por alimentos procesados industrialmente, que provocan una menor saciedad y tienen una mayor densidad calórica. Todo ello debido al nuevo ritmo de vida adquirido con los años, la incorporación de la mujer al mundo laboral, y la preferencia de comidas rápidas (“fast food”) o pre-cocinadas a comidas más elaboradas o caseras de años anteriores.
DIETA BAJA EN CARBOHIDRATOS
Continuando con lo visto hasta ahora, ¿qué relación tiene una dieta baja en hidratos con enfermedades como la obesidad y sus acompañantes como diabetes, hipertensión… y la mortalidad?
Actualmente el problema no es tan sencillo como demonizar la dieta baja o alta en carbohidratos en sí u otro macronutriente, sino que la sustitución de las fuentes de obtención como carnes, lácteos, cereales, legumbres… por alimentos procesados es la posible razón para que la obesidad, las enfermedades cardiovasculares, diabetes y, en consecuencia, la mortalidad se haya incrementado tanto en las últimas décadas, al quitar del medio por ejemplo la fibra u otros nutrientes presentes en los alimentos citados que son cardioprotectores y previenen estas enfermedades.
Calabrese y Riccardi (2019) elaboraron un estudio de cohortes mediante el empleo de meta-análisis en el que se ha podido comprobar la estrecha relación entre alimentos ultra-procesados (sobre todo en su composición: grasas trans y azúcar, jarabe de fructosa…) y el incremento de las enfermedades mencionadas anteriormente.
Se han realizado pruebas de seguimiento a sujetos con riesgo de enfermedades cardiovasculares o que han tenido alguna experiencia con un accidente cardiovascular y se ha podido contrastar cómo el incremento de grasas trans sobre todo en la dieta ocasiona un aumento de la probabilidad de tener un accidente cardiovascular (medida en %).
Entonces… ¿qué deberíamos hacer ante esto con las distintas dietas variables en cuanto a cantidades?
Se podría resumir en que antes de categorizar la dieta en sí, se debería mirar bien los nutrientes que forman parte de esa dieta, básicamente revisar la calidad de la dieta, ya que una dieta variable en cuanto a macronutrientes (HC, LIP, PROT) y micronutrientes ausente de productos industriales sean cual sean las cantidades nos ofrecerán un hábito muy saludable que debemos acompañar de ejercicio sin duda alguna, porque hacer una buena alimentación sin ejercicio puede llegar a ser también causa del desarrollo de enfermedades como las ya citadas.
BIBLIOGRAFÍA
-Calabrese, I., & Riccardi, G. (2019). Effectiveness of Changes in Diet Composition on Reducing the Incidence of Cardiovascular Disease. Curr Cardiol Rep, 21(9), 21-88. doi: 10.1007/s11886-019-1176-y.
-Bolaños Ríos, P. (2009). Evolución de los hábitos alimentarios de la salud a la enfermedad por medio de la alimentación. Trastornos de la Conducta Alimentaria Vol.9, 956-972.
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