En el presente artículo presentaremos una de las cuatro capacidades físicas básicas, en este caso la fuerza. Conoceremos en qué consiste, las bases fisiológicas de esta en los niños de entre 6 y 12 años, una serie de ejercicios para desarrollar esta capacidad de forma adecuada, en niños, y finalmente los beneficios de su desarrollo.
Por Daniel Corral Ollero y Jose Ángel Garoz Sanjuan.
“Las capacidades físicas básicas son definidas como formas de solicitación motriz o
cualidades que determinan la condición física que se derivan tanto de procesos energéticos (la resistencia, la fuerza y la velocidad) como de procesos de regulación y control (movilidad)”. (Weineck, 1995, p. 79).
Las capacidades físicas básicas son cuatro y cada una de ellas se divide en varias, tal como puede observarse en la siguiente imagen.
Este es el primer artículo de una serie, en los que profundizaremos en cada una de las capacidades físicas básicas conociendo en qué consiste cada una de ellas. Veremos las bases fisiológicas que las explican, así como ejemplos sobre cómo trabajarlas en niños de entre 6 y 12 años de forma adecuada y efectiva, y los beneficios que presenta su aplicación.
En este artículo concretamente vamos a hablar de la fuerza, conociéndola en primer lugar de forma general, y posteriormente los diferentes tipos que existen en relación a la movilización de resistencias. Según indica Rodríguez (2016) los diferentes tipos de fuerza en relación a la movilidad de resistencias son: fuerza velocidad, fuerza máxima y fuerza resistencia. De forma general, la fuerza aplicada al ámbito deportivo se define como una de las cuatro capacidades físicas básicas consistente en oponernos a una resistencia ejerciendo una determinada tensión muscular, como por ejemplo levantar un peso o arrastrar un objeto.
Cómo se indica anteriormente, existen diferentes tipos de fuerza. Una de ellas es la fuerza explosiva, también denominada fuerza-velocidad, y consistente en la capacidad del sistema neuromuscular para generar una alta velocidad de contracción ante una resistencia dada. En el ámbito de la fuerza-velocidad es fundamental la velocidad de movimiento a la hora de realizar el esfuerzo físico, la ejecución del gesto. Sin embargo, las mejoras de este tipo de fuerza encuentran una mayor correlación en el trabajo de la fuerza y no en las mejores en la velocidad de ejecución.
Por otro lado, la fuerza máxima es la mayor expresión de esta que el sistema neuromuscular puede ejercer ante una determinada resistencia. Este tipo de fuerza, a su vez, se divide en dos tipos: estática y dinámica, siendo la primera aquella en la que la resistencia es insuperable (por ejemplo empujar una pared) y la segunda cuando somos capaces de ejercer un desplazamiento sobre una resistencia (por ejemplo flexiones o levantamiento de objetos).
Finalmente, la fuerza-resistencia es la capacidad del músculo para realizar un esfuerzo ante una resistencia y puede ser de corta, media o larga duración. Esta relación entre fuerza y resistencia, es decir entre la intensidad de la carga y la duración del esfuerzo van a determinar la preponderancia de una sobre la otra, de tal forma que si la intensidad es mayor que la duración del esfuerzo, la fuerza tendrá preponderancia sobre la resistencia.
Una vez conocido en profundidad en qué consiste esta capacidad física básica y sus diferentes tipologías, procedemos a presentar las bases fisiológicas de esta en niños de entre 6 y 12 años. Los niños de estas edades, al estar en pleno proceso evolutivo, presentan diferencias notables en relación a los adultos, tanto desde el punto de vista morfológico como histológico y bioquímico. Estas diferencias deben ser tenidas en cuenta para que los ejercicios que desarrollemos sean efectivos y no provoquen lesiones ni problemas. Entre estas diferencias encontramos principalmente las siguientes: la velocidad de contracción muscular es menor que en los adultos según indican Carrasco y Torres (2000), el sistema óseo es más elástico y menos resistente a la presión y a la flexión (Cerani, 1990).
Finalmente, presentamos los ejercicios más adecuados para niños de entre 6 y 12 años, en relación a sus características evolutivas y mostrando las fases sensibles. Esto es así pues en cada etapa evolutiva es conveniente trabajar un tipo de ejercicios para conseguir el desarrollo de la fuerza. Para poder determinar qué tipo de ejercicios son más adecuados en función de la edad es fundamental destacar las fases sensibles, las cuales se definen como periodos de la vida en los que el organismo presenta una especial sensibilidad, así como una rápida y abundante reacción ante ciertos estímulos (Martín, 1997).
La primera de estas fases sensibles aparece a los 7-8 años, pues el cuerpo empieza a responder efectivamente ante estímulos de fuerza resistencia y fuerza velocidad mediante ejercicios y movimientos naturales como correr o trepar tal como indican Borzi (1986) y Cerani (1990). En este primer periodo de acceso a la fuerza los tejidos conjuntivos y las estructuras óseas y articulares aún no están formadas y por ello debemos evitar grandes cargas pues pueden provocar problemas como lesiones o malformaciones.
Entre esta edad y los 12 años la fuerza que se desarrolla, no se presenta de forma muy notable y no existen diferencias entre chicos y chicas. Los avances en la fuerza se deben al aumento de la coordinación intramuscular y al crecimiento corporal tan elevado que se produce en estas edades. Conociendo estos aspectos, que son fundamentales para desarrollar una intervención efectiva, procedemos a presentar un ejemplo de intervención para niños de estas edades:
- Juegos en los se trabaje con pequeñas sobrecargas. Ejemplos de esto los encontramos en ejercicios sencillos, en los que podemos utilizar materiales sencillos que podemos encontrar en cualquier lugar, por ejemplo una cuerda. De esta forma podemos realizar el tradicional “juego de la soga” en el que hacemos dos equipos y cada uno de ellos se coloca a un extremo de una cuerda. Cada equipo, por medio de sus miembros, debe ejercer fuerza para arrastrar al equipo rival y llevarlo hasta un determinado punto. Otro ejercicio de este tipo sería hacer dos equipos de cinco. Cuatro de los miembros deben tirar de una cuerda atada a una colchoneta en la cual se encuentra sentado el miembro restante, y deben llevarlo hasta un determinado punto antes que el equipo contrario. También podemos atar una cuerda a una espaldera y los alumnos tienen que trepar por ella ayudándose de los pies.
- Multilanzamientos y/o multisaltos, aunque con unas características específicas: si son estímulos de duración corta (10-15 segundos) pueden ser de intensidad alta, sin embargo, si la duración es mayor (30-45 segundos) la intensidad debe ser más baja y con pausas más largas (más de minuto y medio). Esto podemos trabajarlo mediante circuitos de estaciones adecuándose a estas características, en los que en cada estación deben realizar una actividad de fuerza, por ejemplo, diferentes tipos de saltos (saltos a la pata coja con una pierna y con otra, saltos con los pies juntos, saltos en cuclillas, salto de bancos, etc.).
Una vez presentados diferentes tipos de actividades y ejercicios presentamos sus beneficios. Potenciar esta capacidad física básica puede reportar una serie de beneficios muy interesantes en niños y preadolescentes según varios estudios contrastados. Como señalan Peña y Heredia (2014), alguno de los efectos beneficiosos más constatados y con mayor influencia positiva a corto y medio plazo para el desarrollo motriz o deportivo del niño/a, son los siguientes:
- Previene/reduce la incidencia de lesiones. Pese a lo que se pensaba hace años, investigaciones actuales señalan que el correcto entrenamiento de fuerza puede reducir la probabilidad de padecer una lesión durante la práctica físico-deportiva en niños y preadolescentes.
- Mejora la fuerza muscular y el rendimiento en habilidades motoras. Los entrenamientos de fuerza encaminados a desarrollar correctamente generan mejoras de rendimiento en habilidades motoras básicas (saltar, correr, lanzar) en edades infantiles y juveniles, lo que produce una transferencia de mejora indirecta en otras habilidades de tipo deportivo.
- Mejora la salud ósea. La niñez y preadolescencia son dos etapas clave para conseguir un aumento de la densidad y el contenido mineral de los huesos. Según varias investigaciones sabemos que la práctica de forma regular de entrenamientos de fuerza sabemos contribuyen a esto. Por otro lado, cabe destacar que existen varios estudios que indican que la densidad y contenido mineral óseo de adolescentes halterófilos es mayor que la de controles de la misma edad.
- Mejora la composición corporal y la sensibilidad a la insulina en niños y preadolescentes obesos. Existe una serie de investigaciones que señalan resultados positivos sobre la mejora de la composición corporal y/o la sensibilidad a la insulina en niños y adolescentes obesos, tras la participación progresiva en programas de entrenamiento de fuerza. Esto puede ser debido a que este tipo de entrenamiento resulta más llevadero por no ser tan exigente aeróbicamente, y proporcionar mejoras en el rendimiento físico a la par que un aumento de la autoconfianza del sujeto.
Tal y como también indican Peña y Heredia (2014), existen otra serie de beneficios igual de importantes, aunque poco contrastados y con menos evidencia científica que los señalados anteriormente. Estos son la mejora del perfil lipídico en sangre en niños pre-pubescentes y adolescentes y los efectos positivos sobre el bienestar psicológico, estado de humor y el autoconcepto.
Referencias bibliográficas:
- Borzi, C.-A. (1986). Entrenamiento de la fuerza para niños y jóvenes. Stodium, 115, 16-21.
- Carrasco, L. y Torres, G. (2000). El entrenamiento de la fuerza en niños. Revista Apunts educación física y deportes, 61, 64 a 71.
- Cerani, J. (1990). El entrenamiento de las cualidades físicas en los niños, Fuerza. Stodium, 143, 14-17.
- Martín, N. (1997). Entrenamiento y fases sensibles en niños y adolescentes. II Jornadas sobre medicina y ciencias del deporte. Málaga: IAD.
- Peña, G., Heredia, J. (2014). Beneficios potenciales del entrenamiento de la fuerza en edades tempranas para la salud y rendimiento. G-SE (Grupo Sobre Entrenamiento).
- Rodríguez P. (2016). Fuerza, su clasificación y pruebas de valoración. Universidad de Murcia. España.
- Weineck, J. (1995). Entrenamiento óptimo. Barcelona: Hispano-Europea.
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